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jueves, 19 de abril de 2012

[Cine] Brazil (1985), de Terry Gilliam


Hay películas y películas. Estan las películas de toda la vida: Indiana Jones, Regreso al Futuro... películas que todo el mundo recuerda y, quien más, quien menos, tiene un recuerdo grato de ellas. Y luego está el cine oculto, aquel que se forja en medio de grandes tempestades, permanece encerrado por sus responsables y, cuando finalmente se logra estrenar, solo logra el aplauso de una pequeña pero agradecida minoría. Voy a hablar de una de esas películas: Brazil.

A estas alturas, que se puede decir de Terry Gilliam, un perfecto desconocido para la amplia audiencia que, sin embargo, posee una filmografía de lo más variada, aunque tambien irregular. Se trata de uno de esos raros directores que, película a película, configuran un mundo propio y personal, fijandose ciertas obsesiones y recursos de estilo. En el caso de Gilliam, y probablemente a consecuencia de su formación en los Monty Python, ese universo es retorcido, de un humor satírico rozando el humor negro, con personajes a cada cual más estrafalario y con una enconada confrontación de la fantasía y la realidad.
Este estilo, le ha dado grandes éxitos en películas como 12 Monos o Los Héroes del Tiempo, pero es en Brazil donde realmente se desata, dejandonos para el recuerdo una obra inabarcable, profunda y altamente personal.
Nos encontramos en algún momento del S. XX, en una gran urbe plagada de tubos y hierro, donde los edificios se alzan imponentes y las personas son apenas microbios en este entramado de negocios. Así vive Sam Lowry (esplendido Jonathan Pryce), un empleado absorbido por su trabajo burocrático y las demandas de su madre (Katherine Helmond), una adicta a la cirugía. Es solo en breves espacios de sueño donde Sam puede realmente desconectar y soñar, soñar con volar y ser un héroe que rescata a la chica de sus sueños (Kim Greist). Cumpliendo uno de sus encargos, verá a una camionera (de nuevo Kim Greist) clavada a la chica de sus sueños, y es entonces cuando la persigue sin cesar topandose con todo tipo de situaciones absurdas.



Ante todo, hay que señalar que, a pesar de enclavarse en el universo propio de Gilliam, la película hace gala de un buen llevado sentido dramático obra del guionista no acreditado Terry Southern, más curtido en libretos dramáticos para teatro que el resto de guionistas.
Esto permite a Gilliam centrarse en el aspecto paródico de la historia, con gags de una agilidad a prueba de bombas, que desperdigan dardos envenenados a todo el espectro de la burocracia del momento y actual, y se mantienen en el borde del surrealismo.
Sin embargo, por la labor de Southern, Brazil lanza inconscientes pero claros mensajes al espectador, el más lucido de ellos la afirmación de que poco importa el entorno que te rodea si puedes hallar la manera de ser feliz en él.

La película, además, está planteada como adaptación no confesa de 1984, el inmortal libro de Orwell, por lo que se recuperan los debates típicos del género como el libre albedrío y el lugar del individuo en la sociedad.
Gilliam se luce con un diseño de producción a cargo de Norman Garwood, que da luz a una ciudad como nunca antes la hemos visto: sucia, descomunal, barroca y recargada, como un extraño patio de juegos para sus personajes. No esquiva las influencias del cyberpunk de Blade Runner, pero es más que suficiente para dotarla de personalidad propia.



En este escenario, sus actores estan fantásticos. Jonathan Pryce (padre de Keira Knightley en Piratas del Caribe) realiza su mejor papel hasta la fecha como Sam Lowry, alucinado espectador de los acontecimientos que se ve arrastrado por ellos. Kim Greist como Jill, objeto de deseo de Sam, no se luce mucho, pero lo bien escrito de su personaje la salva.
A mencionar dos presencias imponentes como Robert DeNiro y Ian Holm, cuyos personajes devienen en perfectos contrapuntos cómicos y extraños mentores.
Por supuesto, mencionar a Bob Hoskins y Derrick O' Connor como la desternillante pareja de mantenimiento que se llevan alguno de los mejores momentos cómicos de la película.



En definitiva, una extraña obra maestra, que a pesar de enclavarse claramente en el género de la sátira, tiene una tragedia soterrada como todas las grandes comedias, que no es otra que la de creerse perdido y extraño al propio entorno. Una joya a descubrir.

Lo Mejor: El excelente guión y el diseño de producción de Norman Garwood.

Lo Peor: Nada. Es tan ingeniosa que hasta se hace corta a pesar de su duración.

P.D: A destacar el magnífico tema principal, que sirvió de inspiración para todo el film y para la banda sonora de Michael Kamen:



2 comentarios:

  1. ahh hermoso, realmente hermoso. Aunque es muy larga! CON respecto a Brazil, me encanta.
    También es larga como tu entrada, pero tiene un toque de lo mas variopinto.

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    Respuestas
    1. ¡Ah, sin duda es usted un virtuoso de las letras!

      Su léxico privilegiado me llena de orgullo y satisfacción, y su sola prosa alegra los lóbregos rincones de este blog.

      Hasta más leerle, virtuoso.

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